miércoles, noviembre 24, 2004

XXVII

Sos un jardín, no hay duda,
floreciente, a veces,
con hojas secas, otras
con una historia que tus árboles guardan
y memorias que tus flores olvidan
cada vez que nacen.

Sos un jardín donde los niños juegan
con toda la seriedad que pueden
y donde pueden llorar tranquilamente
cuando la felicidad no se hace con ellos.

Sos un jardín, es cierto,
donde la soledad
puede pasearse de puntitas
a fin de no espantar los pájaros
y no maltratar la hierba
y donde puede quedarse unos instantes
a contemplar la vida o disfrutarla,
aunque termine huyendo
al descubrir que su naturaleza es otra.

Un jardín donde uno puede sentirse
sencillamente vivo
siempre y cuando se detenga un instante
a respirar profundo.

Sos el jardín en el que escribo ahora
porque aquí las palabras
nacen tan desesperadamente
como nacen las flores al llegar el día.